Más allá del invierno de Isabel Allende

¡Qué maravilla! Isabel vuelve con una narrativa desenfadada y llena de matices e ironías que dibujan una sonrisa constante y alguna que otra carcajada. Si llevas algún tiempo por aquí, sabes que me encantan las novelas de Isabel Allende. Ya comenté en el blog  La ciudad de las Bestias y El cuaderno de Maya. Ahora con Más allá del invierno he vuelto a disfrutar del estilo único de esta autora chilena.

Después aprendió a cuidar sus recuerdos, incluso los más penosos, porque sin ellos sería como si nunca hubiera sido joven, nunca hubiera amado, nunca hubiera sido padre. Si el precio que debía pagar por eso era más sufrimiento, lo pagaba.

Más allá del invierno, volver a saborear la narrativa Allende

La novela comienza con la cita de Albert Camus -«en medio del invierno aprendí por fin que había en mí un verano invencible»- y nos muestra una historia con tres protagonistas con personalidades y vidas muy distintas: Lucía, una chilena de carácter; Evelyn, una joven guatemalteca ilegal y Richard, un profesor norteamericano. Gracias al temporal de nieve que bloquea Nueva York y al repaso a sus historias pasadas, viajamos a través de temas tan actuales como la emigración, la corrupción, la política o el amor.

Son historias que retuercen el alma y que a la vez, te hacen reír a carcajadas gracias a la pluma diestra de Isabel Allende. La forma en la que se ven envueltos los personajes parece subrealista y la aventura que les va a tocar vivir desde que sus caminos se entremezclan supera la ficción.

Me gusta muchísimo que se diferencia la psicología de los personajes, sus motivaciones y miedos con tanta facilidad que parece que entras directamente en su cabeza. Tienen incongruencias a la hora de actuar como cualquier humano y eso consigue que la historia resulte más creíble.

Su duelo había cambiado de tono y textura con el tiempo. Al principio era rojo y punzante, después se volvió gris, grueso y áspero como tela de saco. La culpa, sin embargo, seguía siendo la misma, fría y dura como vidrio, implacable.

¿No es maravilloso ver los sentimientos reflejados a través de descripciones tangibles? Las descripciones son ricas sin llegar a ser pesadas, siguen el estilo Allende y eso es grandioso porque ser capaz de abrir un libro sin ver el nombre del autor y descubrirlo por su forma de expresarse, está al alcance de muy pocos.

Esa abundancia descriptiva aparece envuelta en todos los sentidos. Puedes sentir el sabor y el olor de Chile como si acabases de aterrizar en uno de sus mercados.

Otro detalle que me maravilló es la segunda oportunidad en el amor. No hay un amor adolescente o tórrido, es un amor adulto pero que se enciende igual que si tuvieran quince años. El pasado de los protagonistas está marcado por el horror y el dolor más profundo, la pérdida de un ser querido de la peor forma posible. Esa cicatriz sangrante los lleva a entregarse a la vida con más fuerza aunque por ejemplo Richard, al principio tenga ciertas reticencias a ser merecedor de segundas oportunidades.

El corazón no se rompe como un huevo. Y si fuera como un huevo, ¿no es mejor romperlo para que se derramen los sentimientos? Es el precio por una vida bien vivida.

Un rasgo que también aparece en otras de sus novelas es la crítica a la política de Chile. De hecho, algunos puntos diría que se asemejan bastante de unos libros a otros. A pesar de ello, no resulta pesado ni le resta potencia literaria. Es otra manera de conocer sus raíces, sus preocupaciones, de dejar una parte de su alma en cada una de las páginas.

Isabel Allende es única, igual que sus historias. Una mezcla entre espiritualidad, crítica e ironía que casa sin que sobren piezas.

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