Escribo relatos desde que soy pequeña. Recuerdo mi infancia como una niña muy curiosa e inquieta que siempre tenía una historia entre manos. A veces me gustaba escribir, otras leer sobre mundos imaginarios.
Con estos antecedentes te puedes imaginar que uno de mis sueños es escribir un libro y el siguiente publicarlo. Y cuando digo que el primer sueño es escribirlo es porque cada vez que me siento a hacerlo me tiembla todo, se me nubla la mente y todas esas ideas que rondan mi cabeza se disipan. El miedo a que el relato, el cuento o la historia en general sea un desastre me acorrala.
¡Estoy trabajando en ello!
Porque definitivamente no puedo alargar más esta lucha paralizante. Tengo que saltar al vacío.
El verano pasado contacté con una editorial –me reservo su nombre– para contarles mi historia y ver si podíamos hacer algo juntos. En su respuesta me decían habían visto mi blog y les había gustado mi forma de contar historias.
Me propusieron escribir un libro de relatos y yo acabé diciendo que no.
¿Por qué me negué a dar ese paso tan importante?
Me dio mala espina desde el principio
Con el tiempo y las experiencias he aprendido a hacerle caso a mi intuición. Sí, esa sensación que cuando no está condicionada por el miedo te afirma con claridad que estás en tu camino correcto. Cuando recibí el correo de vuelta me pareció rarísimo que con solo leer un relato –me confirmaron que no habían leído ninguno más– quisieran lanzarse a la aventura de publicar un libro con lo saturado que está ahora mismo el mercado editorial.
Tenían demasiada prisa
Las prisas nunca son buenas o por lo menos a mí no me gustan. Querían dejarlo todo cerrado cuanto antes, que me pusiera a escribir ya… Creo que los proyectos que tienen corazón necesitan cierto tiempo, no son de hoy para ayer. Además, si acabas de saber quién soy, ¿cómo quieres que todo sean tan excesivamente rápido sin ni siquiera verme en persona o conocer en profundidad cómo escribo?
El medio de comunicación no me pareció el ideal
El primer contacto fue por correo pero el resto de conversaciones por whatsapp. Como siempre digo “soy moderna para unas cosas y muy antigua para otras”.
No me pareció profesional hablar sobre un contracto, un futuro libro y demás detalles por un medio como ese. Creo que un proyecto tan importante debe hablarse con calma, aclarando cada punto y si es posible en una reunión en persona o como mínimo por skype.
Su catálogo editorial no contenía relatos
De primeras vi que su editorial estaba centrada en los idiomas. Soy traductora así que contacté con ellos por si necesitaban de mis servicios. En el momento que me comentaron lo del libro volví a revisar su catálogo editorial. ¿Y qué encontré? Ni rastro de libros de relatos o de cualquier otro tipo que no fuese aprender idiomas.
Si ya todo me estaba resultando bastante incómodo y sospechoso, el catálogo me lo estaba diciendo a gritos “aquí huele raro”. No es normal que una editorial que tiene un catálogo concreto como puede ser libros de divulgación, de espiritualidad, de ficción, infantiles… se lance a otro género completamente de golpe y con un autor que nadie conoce.
Consulté las cláusulas con un experto
Después de reunir toda la información, le pregunté a un experto en el sector editorial cuáles son las cláusulas ideales. Su respuesta “no cedas tus derechos para más de uno o dos años. Es preferible hacer concesiones posteriores y así comprobar si te compensa seguir trabajando con una editorial o no”.
También es cierto que hay autores que ceden sus derechos unos 10 años para libros en papel con editoriales potentes. No era el caso. Me pedían 10 años de derechos para una publicación digital, ni siquiera lo iba a poder tener en mis manos o regalárselo a mi abuela… Además, el porcentaje que percibiría por libro era del 10 %.
¿Tú qué hubieras hecho?
Me siento orgullosa de haber seguido a mi intuición. Hay que luchar por los sueños pero no llegar a ellos a cualquier precio o por la vía rápida.
Al ser un formato digital, existe la opción de autopublicarme. El precio del libro puede ser inferior pero mi porcentaje muchísimo más elevado. O seguir batallando para que algún día mi nombre esté en la portada de un libro físico.
La semana pasada hablé de otro sueño cumplido, ¿ya lo has descubierto?
Gracias por dejarme besarte con letras.