Durante mucho tiempo tuve la impresión de que los años pares no eran los que más suerte me traían. Quizás porque eran años en los que tenía que tomar decisiones y no siempre es tan fácil como si el chocolate te gusta con almendras o sin ellas. Ahora con perspectiva, creo que no tengo quejas de 2018.
Las sillas vacías siguen estando presentes pero lamentablemente ningún año podrá llenarlas. Prefiero saborear los instantes en los que si tuvieron alma y no el vacío con el que relucen ahora.
He llegado al final de 2018 agotada, tanto que ni he sido capaz de mantener el calendario de las últimas semanas ni correr una San Silvestre.
2018 me ha resultado tan intenso que se podría convalidar por dos.
Un año viajero
Ha sido el año que más he viajado. He visitado 8 países (Holanda, Austria, Francia, Italia, Hungría, República Checa, Polonia y Portugal) además de unas cuantas escapadas nacionales. En cada uno de estos lugares algo me hizo «click» y cada viaje desencadenó una decisión.
Sin duda, de la que me siento más orgullosa ha sido de dejar mi melena con su belleza real. Recuerdo que en Cracovia no podía quitarme de la cabeza la idea de acabar con la esclavitud del tinte. Ahora tengo el papel gris con la zona de la frente casi blanca y me veo más guapa que nunca.
Me siento completamente libre y esa sensación es lo que ha hecho que la expresión de mi cara cambie. No nos hace más bellos un color u otro sino saber que hacemos cada cosa siendo fiel a nosotros mismos.
52 libros acabados y alguno que otro más empezado
Para mí viajar es como leer el mundo.
Me siento eternamente agradecida de poder descubrir nuevas culturas y que eso no solo me permita ver la belleza del resto del planeta sino ser mejor persona. Con los libros me ocurre lo mismo.
Leer es una oportunidad de conocernos. De buscar en las experiencias de otros algo que en la nuestra se atasca. He leído bastante, pero el número en sí me da igual. Es cierto que siempre intento ir más allá pero no elijo los libros porque sean más finos y que así contabilice más como he escuchado en otros casos.
La lectura es magia y ojalá atraviese fronteras físicas y mentales. Me encantaría que las estadísticas tan desalentadoras cambien y todos acabemos el año con al menos un par de libros disfrutados. Recuerda que la cultura también nos hace libres.
Tres de mis libros favoritos de este año han sido: El Cuarto Mono, Todo esto te daré y Mi planta de naranja lima.
Ha crecido la familia
Nuestra pequeña familia ha ido creciendo con los meses y ahora somos cinco. Algunas voces me dicen que son demasiados animales en casa. A mí no me lo parece porque tengo la suerte de vivir en mitad del campo con una finca bastante grande en la que corren y juegan sin ataduras.
No podré salvar a todos los animales del mundo pero sí que haré todo lo que esté en mi mano. Otto, Bella y Blanca no son simples perros, son parte de nuestra familia. La alegría que manifiestan cuando nos ven llegar, el cariño que nos dan traspasan el corazón. Ni este ni ningún otro año entenderé que existan seres capaces de hacer daño a un animal.
Mi primera carrera internacional
El running es otro de los elementos que nunca puede faltar. Conseguí mi MMP en la media maratón de Barcelona. Una carrera a la que llegué sin expectativas y que fue una auténtica pasada.
Tengo un gran sueño a largo plazo que es correr al menos una carrera en cada continente. Este año di el primer paso y disputé mi primera media maratón internacional en Budapest. ¿Cuál será la próxima? Todavía está por decidir 🙂
También ha sido la primera vez que me he retirado de una carrera. La media maratón de Córdoba la empecé con muchos problemas y casi ni llegué al kilómetro 3. Aprendí que cuando el cuerpo y el clima dicen no es mejor hacerles caso.
El peor aspecto del running de este año fue un susto que me dieron corriendo sola por el campo. Eso ha provocado que no quiera salir sola por senderos y me da mucha rabia. Pero de momento todavía no me siento con la confianza de adentrarme en los caminos sin tener a alguien a mi lado.
Esto es lo único que echo de menos de la ciudad. Poder correr, por ejemplo, por el paseo marítimo a cualquier hora porque siempre hay gente. En fin…
Qué he aprendido de 2018
Como decía al principio, 2018 ha sido un año tan intenso que me lo podrían convalidar por dos. De hecho, hay momentos en los que hablo de algún hecho y tengo la sensación de que ocurrió hace un par de años y no durante estos 365 días. Esa intensidad me ha enseñado mucho:
- A ser más consciente de mis emociones y de los aspectos que las alteran.
- A arriesgarme a hacer lo que quiera aunque no tenga casi apoyos.
- Las piezas no siempre encajan a la primera pero llega su momento.
- Cuando me cuido bien se refleja en mi alrededor.
- Decir NO abre más puertas de las que cierra.
- Los grandes momentos no tienen fotos.
- Las personas que me quieren bien siguen a mi lado a pesar de la distancia.
- Correr sigue siendo mi elemento calmante.
- El miedo también es un gran guía.
- Planificar con flexibilidad y sin expectativas.
Qué espero de 2019
De el nuevo año que entra espero que llegue cargado de amor y salud. Sin ninguno de esos elementos la vida no brilla igual. Y a partir de esa base cumplir cualquier sueño es más sencillo.
Tengo dos proyectos profesionales en marcha. Mi primera novela de autoficción y la apertura de una academia de idiomas y escritura creativa en mi pueblo. Estoy muy emocionada e ilusionada. Son proyectos que llevaban demasiado tiempo en el tintero. Toda receta necesita su cocción 🙂
En cuanto al mundo del running, en menos de un mes tengo la media maratón de Sevilla. Voy sin expectativas después de los contratiempos de Córdoba. Que las zapatillas repartan suerte. Tampoco tengo ningún objetivo más en cuanto a carreras se refiere, pero sí que me gustaría bajar por fin de las 2 horas en media maratón.
Se avecina un gran viaje. Voy a cumplir en mayo 28 primaveras y será en Japón. ¡Tengo ansia viva por ir! El resto de aventuras surgirán sobre la marcha. Somos de impulsos 🙂
En definitiva, 2018 se va y me deja en calma. Espero que en 2019 siga floreciendo mi jardín interior.
Y tú, ¿cómo ha sido tu año y qué le pides al siguiente?
Gracias por dejarme besarte con letras.