Hace unos meses decidimos pasar unos días en Budapest. Después de coger los billetes de avión me dio por decirle a mi compañero de aventuras que mirase si por casualidad había alguna carrera en esos días. Digo si había, ¡la media maratón!
La inscripción a la carrera no fue precisamente barata. Creo que es la carrera más cara a la que nos hemos inscrito, pero ya que íbamos a estar allí… Era la oportunidad perfecta para hacer nuestra primera media maratón internacional.
Ha sido la carrera para la que más he entrenado. Tenía un chute de motivación brutal y a pesar de que nos han pillado los entrenamientos en mitad del verano, los hemos sacado adelante.
Soñaba con cruzar la meta de Budapest y se ha hecho realidad, aunque no como pensaba.
Problemas antes de empezar
La media de Budapest no ha sido la carrera con la que soñaba en cada entrenamiento. Nos hemos encontrado varias piedras en el camino antes y durante la carrera. Incluso he vivido momentos de mucha frustración…
Antes de comenzar el viaje, un pequeño imprevisto personal hizo que tuviéramos que modificarlo por completo. Pasamos de estar una semana en Budapest a tan solo el fin de semana. Incluso llegué a penar que no podríamos ir y un agobio inmenso me sobrecogió.
Había entrenado tanto que necesitaba descargar todas esas horas de pasar calor, de apretar los dientes para bajar el ritmo. No me podía quedar sin correr.
Tuvimos suerte de que hubiese un vuelo el domingo por la tarde. De lo contrario, el sueño de recorrer Budapest dándole a las zapatillas se hubiera quedado en eso, en un sueño.
Cansancio acumulado
El que al final solo estuviéramos sábado y domingo en la ciudad provocaba que nos pegásemos una paliza de viaje descomunal. 5 horas de autobús hasta Madrid + 3 horas de vuelo al aeropuerto de Budapest + casi otra hora de autobús hasta llegar a la ciudad.
Era la primera vez que íbamos a la ciudad y solo teníamos el sábado para hacer turismo. ¿Qué harías tú? Pues eso, acabamos con más de 20km en las piernas. Sé que no es lo más indicado antes de una media pero no nos quedaba otra que adaptarnos o perdernos una ciudad a la que no sabemos si volveremos ni cuándo.
Señales y más señales
A parte de los cambios en el itinerario del viaje, me estaban llegando otras señales avisándome de que la media de Budapest no iba a ser como yo había estado imaginando.
Tenía todas las cosas para el viaje preparadas, soy extremadamente organizada, pero no encontraba mi polar. Supuse que como mi compañero de aventuras salía de viaje a Madrid antes que yo y llevaba las maletas, lo había guardado él. Error.
Sigo sin saber dónde está el reloj y eso es rarísimo. El caso que me tocaba correr sin referencias de tiempo. Sí, llevo la app de Strava pero el móvil va colocado en una funda en el brazo por lo que no es factible mirarlo de forma regular. Te puede parecer un detalle muy tonto, y oye, seguramente lo sea. Sin embargo, a mí me generó estrés.
Quería aprovechar que Budapest es una ciudad llanita y que había entrenado mucho para conseguir bajar de las dos horas. O por lo menos, para bajar de 2:09:33 que es el tiempo que hice en Barcelona consiguiendo MMP.
Budapest tiene un recorrido trampa
Es cierto que los 21km de la media son prácticamente planos, de hecho, solo tuvimos 200m+. Con lo que no contamos es que a la vez que se disputaba la media maratón se hacía otra por relevos.
Todos estábamos mezclados y daba igual en el cajón que estuvieses, la verdad… A todo esto hay que sumarle que gran parte del trazado es muy estrecho y tiene algunas curvas súper cerradas.
¿Consecuencias? Teníamos que estar continuamente acelerando, frenando. Había momentos en los que adelantar era imposible. Demasiada gente y demasiada diversidad de tiempos. Era una mierda tener que estar pendiente de no tropezarte con otra persona o de buscar el hueco para poder avanzar.
La peor parte llegaba en los puntos en los que los relevos se turnaban. La gente se despistaba o de repente frenaban en seco para buscar a su compañero. Para mí, este fue uno de los peores punto de la carrera.
Avituallamiento en vaso
Otra de las cosas que me complicaron la vida y esta sí fue culpa mía, fue que todos los avituallamientos eran en vaso y no en botella. Había visto que teníamos como 6 o 7 avituallamientos con agua, isotónica y plátanos. Me parecía la caña. Pero no me fijé en la letra pequeña, la bebida era en vaso.
No sé beber en vaso. Tengo que pararme y beber poco a poco. Esto hizo que perdiésemos unos 10-12 minutos en total. Paramos en todos los avituallamientos porque llegaba sedienta.
No tenía forma de beber sorbitos durante la carrera, tenía que esperar al punto de hidratación. Ya no es solo la pérdida de tiempo tan grande, sino que de nuevo para y vuelve a empezar a correr. Para las piernas es una bomba terrible.
Un calor infernal
Cuando nos inscribimos a la media de Budapest soñaba con un tiempo fresquito. No pedía un frío polar pero sí temperaturas suaves. Pues bien, mientras en España se estaba viviendo una gota fría destructiva, en Budapest teníamos 30 grados.
¡30 grados!
Como sabéis, correr con calor me debilita muchísimo. No dejo de sudar y mi cabeza empieza a rumiar pensamientos negativos. Comenzamos la carrera a las 8 de la mañana, pero el calor ya estaba más que campando a sus anchas.
Es increíble el cambio que sufro cuando corro con frío. Lo pudiste ver en la Behobia, la carrera que más he disfrutado con diferencia.
Sudé tanto que las pestañas no me recogían más y me picaban los ojos. Los pies los llevaba empapados y desde el kilómetro 9 tuve una ampolla en la planta del pie derecho que me hizo sufrir de lo lindo. Era como pisar cristales rotos durante 12 kilómetros seguidos. No hagas la prueba.
El poder de la mente
Hasta aquí te puede parecer que la carrera fue una puta mierda. No es el caso, pero sí muy dura. Lo que más me hizo sufrir de todo esto no son los acontecimientos en sí, sino las expectativas que me había creado.
Una vez pasamos el kilómetro 10 con un tiempo de 1:03 ya tuve la confirmación de que iba a hacer un tiempo superior al esperado. Me frustré mucho, sobre todo al principio.
Nada estaba saliendo aparentemente bien. Pero no sé cómo, supongo que llevar ya nueve carreras de más de 18K a las espaldas, hizo que cambiar mi pensamiento.
Sí, no iba a conseguir mi objetivo con el crono.
Sí, hacía un calor asqueroso.
Sí, había demasiados embotellamientos.
Pero tenía la suerte de poder estar corriendo y hacerlo en otro país. Lo que tenía que estar es agradecida y no frustrada.
Unas vistas preciosas
El circuito es por los bordes del río y un par de kilómetros cruzando una pequeña isla. Las vistas del Parlamento, el Castillo de Buda, los puentes o el bosquecillo de la isla te regalaban unas vistas maravillosas.
Cambié el chip e intenté aspirar todo lo bueno que me estaba regalando esa mañana 🙂
A unos cuatro kilómetros de la meta, le dije a mi compañero de aventuras «llévame a la meta». Necesitaba que tirase un poquito de mí porque mis piernas estaban cargadas con tanto cambio de ritmo y mi planta del pie… Te voy a ahorrar la foto.
Cuando su contestación fue «buf» sabía que algo iba mal. Él también iba jodido pero con la rodilla. Tuvimos unos minutos que nos faltó sentarnos los dos a llorar allí mismo. Sin embargo, en el siguiente avituallamiento nos miramos y lo vimos claro.
Bajaríamos el ritmo y lo que hiciese falta pero la sonrisa y disfrutar de los últimos kilómetros que no nos lo quitara nadie.
2:17:48 es el tiempo que hicimos según la organización.
Una montaña rusa de emociones
A 100m de la meta empecé a llorar desconsolada.
Lloraba por lo muchísimo que me dolía el pie y todo lo que había aguantado sin quejarme.
Lloraba por la satisfacción de haber terminado mi primera media maratón internacional a pesar de los contratiempos.
Lloraba por todas las horas de entrenamiento que me habían llevado hasta allí.
Lloraba por lo agradecida que estaba de poder correr.
Lloraba acordándome de todos los mensajes de cariño y ánimos que he recibido durante estos meses.
Recuerdo bastante una frase que me dijo un amigo en mi cumpleaños «tienes una capacidad de control y sufrimiento más grande de lo que crees».
Ayer pude dar fe de ello.
Budapest ha sido un gran aprendizaje
No quiero que te quedes con la sensación de que ha sido una experiencia negativa. Al revés, me ha enseñado todavía más.
A no crearme expectativas, cualquier cosa se puede salir del molde de nuestra cabeza.
A encontrar el lado dulce incluso en los momentos de sufrimiento.
A ser consciente de que soy más fuerte de lo que la mayoría de veces pienso.
A ser más agradecida con todas las experiencias.
Gracias por dejarme besarte con letras.
2 comentarios
Como siempre un gustazo leerte, sin duda eres un ejemplo de superación, ole tu!!!!
¡Gracias, Mery! La verdad que estos momentos son una chute de motivación para cuando flaquean las fuerzas 🙂