Acudir al evento de escritores Molpecon fue una necesidad. Llevo años escribiendo pero nunca me lo había llegado a tomar en serio como profesión hasta hace unos meses. Simplemente era una vía de escape y pasión. De hecho, estaba escribiendo mi primera novela de autoficción en la sombra. No quería verbalizarlo porque para mí escribir es algo tan íntimo que me aterraba que fuera pisoteado sin piedad.
Molpecon me cambió la perspectiva
Aunque no lo parezca, a veces soy muy tímida. Llegué a Molpecon sin hacer ruido. Ocupé un sitio y no fui capaz de hablar con la chica que había a mi lado hasta pasadas unas horas. ¡Y eso que teníamos ya la pasión por la escritura en común!
La energía que cautivó la sala desde el minuto uno fue contagiosa. Una lluvia continua de emociones que aseguraba mis cimientos y me decía: sí, estás haciendo lo correcto.
Durante el evento aprendí aspectos muy interesantes e importantes en el mundo de la escritura como elaborar con destreza una carta de presentación para una editorial, la maquetación de los libros, cómo formar comunidad lectora con un blog, etc. Pero lo que quiero compartir es lo que aprendí a través del corazón.
Qué aprendí en Molpecon
- Todos tenemos miedo al fracaso y a la crítica destructiva incluso aunque llevemos una mochila de publicaciones ya puesta.
- Si no abre a la primera ni a la segunda ni a la décima, hay otra alternativa recalculando el camino.
- Una buena historia puede surgir de cualquier momento siempre que se cuente con corazón.
- Tratar a la escritura y a los lectores como si fueran las personas más importantes de nuestra vida.
- Escuchar atentamente no solo lo que nos dicen en los feedbacks sino también a nuestra intuición.
- No dejar de escribir aunque las emociones colapsen y no haya cientos de lectores detrás.
- Conocer y valorar las obras de los demás de forma sincera, no somos los reyes del castillo.
- Querernos con amor sano. Valorar nuestro trabajo y el esfuerzo que hay detrás.
- Pedir ayuda y consejo a otros que han conseguido alcanzar las mismas etapas no es caridad.
- Disfrutar del camino y mantener la mente abierta para no dejar de aprender jamás.
Las personas marcan la diferencia
Cuando terminó el evento, flotaba. Sentía que tenía que confiar en lo que estaban gritando mis entrañas y dejar de balbucear cuando me preguntan a qué me dedico. Pero todo este aprendizaje en el Molpecon no lo viví únicamente de la mano de los ponentes, sino de cada una de las personas con las que tuve el placer de charlar.
El amor con el que transmitían su camino y los consejos sin segundas intenciones fueron la guinda. Para mí fue clave sentir que nadie iba con aires de superioridad ni proyectando arrogancia. Todo lo contrario. Molpecon fue un ejemplo de compañerismo y ganas de que todos creciésemos sin mirar en el punto del recorrido en el que nos encontrásemos.
Compañeros, me distéis mucha fuerza ese día, espero haber conseguido que os llegara la mía.
A ti, gracias por dejarme besarte con letras.