Superación: Vencer obstáculos o dificultades.
Cierro los ojos y me vuelvo a situar en el arco de salida. Un nudo se adueña de mi garganta y el corazón se acelera. Las lágrimas no tardan en aparecer pero no salen, solo riegan mis ojos.
Esa misma emoción de felicidad tan intensa irrumpe cada vez que mis zapatillas se plantan delante de un arco de salida. Es como si mi cuerpo se apoderase de todas las emociones positivas que desprenden los corazones que me rodean con ganas de rock and roll.
Comienzo una carrera al borde de las lágrimas y la termino de la misma forma, Barcelona no iba a ser menos. Además, tenía otra razón de peso, iba a conseguir mi MMP en 21K, justo una semana después de conseguir mi MMP en 10K.
Apagar las expectativas
Estoy haciendo un trabajo enorme cada día intentando no crear expectativas de las situaciones. No montarme películas ni ilusiones porque quiero vivir cada experiencia sin que se empañe. En Barcelona lo conseguí.
No esperaba nada de la carrera, solo sabía que iba a disfrutar porque era prácticamente llana. Las sensaciones del 10K de Armilla el domingo anterior me habían dado mucha seguridad. Era cuestión de confiar en mí, de buscar mi propia superación.
La antesala a la carrera fue gloriosa. Un reencuentro con amigos que inspiran y le dan alas a los sueños. Esos que están tan locos como tú para huir continuamente de lo cómodo y siempre viven con dos premisa. «¿Cuál es la última vez que has hecho algo por primera vez? y ¿Cuándo ha sido la última vez que has sorprendido a alguien por tus decisiones?».
Mery, Ángel, no sabéis el chute de energía que me distéis en apenas 6 horas.
Soñar en rosa
Después de un sábado lleno de emociones, sueños y superación llegaba el momento de calzarse las zapatillas. No era mi objetivo mejorar mi marca, solo quería disfrutar de una ciudad sin coches y llena de vibraciones.
Comenzamos a correr y me sentía muy fuerte, tanto de piernas como mentalmente. Me iba fijando en cada sonrisa, en cada gesto, en cada edificio. No estaba concentrada en el ritmo ni la respiración, estaba absorbiendo la energía de alrededor.
Estuvimos detrás de una pareja en concreto más de la mitad de la carrera. Ella era ciega y él su guía. Te juro que el cariño con la que la iba guiando, los pequeños gestos, los susurros nos dejaron sin palabras. Un ejemplo de fuerza y determinación que en algún que otro punto me encogieron el corazón.
En ese momento me acordé de lo que había leído en Nacidos para correr, por cierto, tengo un post pendiente sobre él. Uno de los secretos de los tarahumaras es correr con el corazón y una sonrisa. Ser feliz y agradecido por el simple hecho de dar zancada tras zancada.
Es pensarlo y es imposible que no te sientas poderoso corriendo. Da igual el ritmo y la distancia, estás corriendo y aunque parezca una obviedad no todo el mundo tiene la oportunidad de hacerlo.
Cada paso con voz propia
Cuando pasamos por el arco de los 10K tenía claro que iba a conseguir bajar de las 2:20. Parece mentira pero no me acuerdo si mi mejor tiempo en media maratón era 2:17 o 2:20, el caso que por ahí anda. Sí, es el paso de una tortuga pero no me preocupa y soy consciente que en los últimos años no he entrenado con la regularidad que debería.
Iba muy fresca, mi cuerpo respondía y mi mente aún más. Alguna que otra vez tenía que frenar mis ganas de superación o me iba a estampar en la siguiente mitad de carrera.
En el km 16 empezaron los problemas. Llevaba un rato sintiendo que mi planta del pie izquierdo no iba como debía. Se me había formado una ampolla, una de las peores cosas que te puede suceder en carrera.
El dolor hay que aceptarlo
A partir de ese kilómetro cada zancada era un golpe de dolor. Sentía como si cien agujas se me estuvieran clavando en la almohadilla del pie. Apreté los dientes, una ampolla es como otra piedra más en el campo. Hay que sacar fuerza y ganas para seguir adelante y no caer en el camino fácil.
En los últimos dos kilómetros el dolor ya era insoportable. En alguna que otra ocasión me salió un «joder» desde lo más profundo y la botella de agua que llevaba en la mano derecha era mi saco donde descargar. La apretaba con fuerza, como si eso hiciera que me doliese menos el pie.
En ese punto no me quedo otra que gritarle a mi compañero de aventuras «tira de mí, no puedo más». Y él sacó fuerza para los dos, para nuestro equipo.
Unos metros más, giramos a la derecha y nos encontramos de frente con la Sagrada Familia. ¡Menudo momento! Quedaba un kilómetro y fuera como fuera iba a mejorar mi tiempo así que solo tenía que soportar el dolor un poco más. Todo acabaría.
MMP en 21K
2:09:33 fue el momento en el que llegamos a meta. Había mejorado casi 10 minutos mis tiempos anteriores, incluso con un dolor imposible. Había creído en mí y no me había dejado vencer cuando las cosas salieron de la forma menos placentera.
Lloré. Una sacudida de energía recorrió mi cuerpo. Placer, dolor, alegría, cansancio, superación… Creo que no hay emociones negativas ni positivas por sí solas. Todas son necesarias y nos permiten estar alerta. Aceptarlas y saber sacar la enseñanza que nos quieren mostrar me parece vital.
El dolor de esa ampolla me recordó que aunque el camino se complique si crees en ti de verdad y en la razón por la que haces las cosas, vences.
Este domingo toca volver al arco de salida, 10K en Albolote. Vuelvo a plantearlos sin expectativas solo agradecida de poder ponerme una vez más las zapatillas.
Gracias por dejarme besarte con letras.
2 comentarios
Tienes un don…como consigues con tanta facilidad que me quede atrapada en lo que cuentas y que me imagine cada detalle como si lo huviese vivido yo misma? Increible!!! Gracias por el maravilloso sábado que pasamos!
Gracias preciosa por tus palabras, siempre son un empujón 🙂